Sònia

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dimarts, 16 de gener del 2018

CUANDO TE ENAMORAS SIN CONDICIÓN

Pocas cosas hay más emocionantes que sentir que te has enamorado al instante de alguien al mirarlo por primera vez, al sentir su olor, su calor cuando lo acurrucas junto a tu piel. Saber que esa persona ha llegado a tu vida para cambiar tu historia, para hacerla mucho mejor, para ayudarte a mirarla de forma diferente. Para recordarte a diario la necesidad de apreciar las cosas cotidianas, para enseñarte a priorizar lo que es realmente importante.

Sentir que acabas de conocer a esa persona que va a tener siempre la capacidad de robarte una sonrisa, de emocionarte con sus progresos, de sacar siempre tu mejor versión. Con la que vas a querer compartir los momentos más importantes de su vida, comprender lo que le preocupa, ayudarle a encontrar su propia felicidad. Un cruce de caminos para toda la vida, un vagón compartido para siempre.

Ese que te regala abrazos sin condición, que logra sorprenderte casi a diario, que te cuida con dulzura cuando no te ve bien. Que te contagia de energía y llena de fantasía lo cotidiano. Que es capaz de erizarte la piel cada vez que te susurra al oído que te quiere, de cambiar tus preferencias, tus ganas de conseguir, tu forma de actuar.

Del que amas hasta sus imperfecciones y te fascina sus ganas de comerse el mundo. Esa persona al que deseas querer, mimar, proteger.  Impulsar su talento, sus ganas de soñar, de probar. Por el que quieres estar disponible toda la vida, acompañarle cuando pierde sus batallas, enseñarle a luchar. A la que le perdonas sin reproches sus caídas y tropiezos, a la que alientas a ir dibujando sus propios caminos.

Esa persona que te encoje el alma cada vez que llora, se hace daño o te coge fuerte de la mano cuando tiene miedo. Que te pide paciencia porque no le salen las cosas y que le ayudes a aprender. Que te atrapa por todo lo que te aporta, por lo que te conviertes cuando estás a su lado.

Ese que ha provocado que tu vida no vaya a parecerse jamás a la que era antes que apareciese, que te hace más humilde, sensible y comprensiva. Con el que compartes conversaciones que te desinstalan, que te recuerda que la vida no es tan mala, ni tan intensa, ni tan complicada como te empeñas en ocasiones en ver.

Que nunca cuestiona tu imperfección, ni reprocha tus ausencias, ni tus dias grises. Que entiende que en ocasiones pierdas los nervios y levantes la voz. Que te ayuda recuperar tus ganas de seguir adelante, de arriesgarte. Esa persona con la que admites que educar no es algo matemático, que la maternidad tiene también una parte oscura en la que aprendes que no debes dejarle espacio a la culpa.

Ese que te enseña que un helado compartido, un secreto al oído, una tarde de pesca o las confesiones en un espigón al atardecer son la verdadera felicidad.

Feliz décimo cumpleaños hijo.

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