Sònia

Sònia

dimarts, 28 de juny del 2016

HIJO, ATRÉVETE A DECIDIR


 - Podrías haberme ayudado a elegir.

- Entonces no hubieses aprendido tanto.

- Ya, pero no me hubiera equivocado.

- Quizás, pero caerse es la mejor manera de avanzar.

- ¿Por qué haces que siempre sea yo el que tome la última decisión?

- Porqué es una magnífica manera de hacerte mayor.

La vida se dibuja a través de las decisiones que vamos tomando. Cada decisión nos transforma, nos desinstala, nos hace diferentes. Las hay que son intrascendentes y otras cambian nuestras vidas en un solo instante. Algunas nos ayudan a avanzar a pasos agigantados y otras nos devuelven a la casilla de salida y nos fuerzan a volver a empezar. Decisiones que nos allanan el camino o que nos obligan a dar un buen rodeo. Incluso al no elegir estamos decidiendo.

Las hay que nos ayudan a soltar lastres, eliminar tabúes o saltar muros que sólo nosotros hemos sido capaces de construir. Otras nos siguen engañando, nos condenan a la rutina, nos hacen grises. Las más perversas no invaden de vértigo o pánico y las dulces nos hacen soñar grande.

Enseñar a decidir, a tomar las riendas de la vida, debe ser prioritario a la hora de educar. Demostrarles a diario que sólo aquellos que están dispuestos a arriesgar consiguen lo imposible, que únicamente los valientes consiguen lo que quieren. Instruir a elegir sin miedo a errar, aprendiendo a confiar, a creer en uno mismo. A mirar lo desconocido como una nueva oportunidad, a tener la predisposición de probar, a no necesitar controlar todo lo que pase a nuestro alrededor.


Aprender a elegir sin miedo al qué dirán, con sencillez y honradez, sin pudor por si el resto no logra entender. Resolver sin pavor a destacar, con ganas de buscar la originalidad, de dejar fluir. Aprender a creer en la intuición, a trabajar con elasticidad, a no cansarse de intentar. A seleccionar entre la vorágine de opiniones que los otros se atreven a dar, a identificar sólo aquellas que ayuden a sumar, a eliminar a aquellos que se empeñan a no dejarnos crecer.

Decidir estando dispuestos a desaprender, a asumir las consecuencias que puedan tener, a comprometerse con lo que pueda pasar, sin lamentar, sin miedo a sentir. Siendo consciente que cada decisión desencadenará una cadena de acción, que exigirá nuestra mejor versión, con perspectivas diferentes que aprender. Mostrarse flexible, con ganas de jugar, de descubrir qué y cuándo elegir. Con liderazgo, disciplina, iniciativa y contundencia., teniendo siempre claro qué es aquello que realmente nos va a hacer feliz.

Elegir dando un buen portazo a la zona de confort, sin miedo a empujar bien lejos, decidiendo siempre aquello que esté más cerca del sí, analizando aquellas opciones que más nos van a hacer vibrar, con el derecho a decir no cuando queramos ir en otra dirección. Poniendo toda nuestra empeño en las preguntas que debemos formular, sin importar demasiado lo que nos puedan contestar.

Hijo, recuerdo siempre que un deseo no cambia nada, una decisión lo cambia todo. Se siempre consecuencia de tus decisiones.


El lobo hace huelga es un magnífico cuento de la editorial Juventud que nos narra una preciosa historia donde el lobo feroz de los cuentos decide cambiar su vida porque se ha cansado de ser el malo de la literatura. Altamente recomendado para trabajar con los más pequeños la importancia de tomar sus propias decisiones y las consecuencias que estas pueden tener.

dijous, 16 de juny del 2016

¿NO TE DA MIEDO HACERTE MAYOR?

- ¿Qué es lo que más te gusta de cumplir años?

- Tener la oportunidad de poderlo explicar.

- ¿Y qué vas a pedir cuando soples las velas de tu pastel?

- Poder seguir disfrutando de verte crecer, eso me hace realmente feliz.

- ¿Y no te da miedo hacerte mayor?

- Lo único que me preocupa es llegar a la linea de llegada habiendo quemado todos mis cartuchos.

Lo mejor de cumplir 41 años es que con el paso de los años has aprendido a saber quien eres, aunque a veces duela. A estar de tu parte, a dar la mano a tus imperfecciones, a no hacerte trampa.

La experiencia te enseña a que de todo se aprende, a admitir que en ocasiones eres vulnerable, a que no siempre es fácil estar en paz con una misma, a poder confesar sin vergüenza que a veces tienes miedo.

Lo mejor de hacerse mayor es que ya no necesitas el reconocimiento de los demás para creer en tu trabajo, para perseguir tus sueños, para verbalizar lo que te hace feliz. Has aprendido a no perder el tiempo con lo que no suma, a buscar la respuesta en una misma, a no querer por inercia, a saber que hay días que no te mereces.

La vida me ha enseñado a ser agradecida, a valorar lo pequeño, a admitir mis errores y aprender de ellos. A no contener el llanto, a soltar complejos, reducir excusas y aprender a mirarme al espejo sin demasiados reproches. A no ahorrar palabras que acarician, a no eludir emociones o deseos, a decir siempre lo que siento. A saber que hay cosas que no se negocian, a aprovechar las oportunidades aunque lleguen a destiempo, a reírme de lo absurdo, a disfrutar de los míos sin recelo.

 Estoy justo en ese momento en el que se acabó el esconderse, el intentar tenerlo todo controlado. Se terminó el subestimar mis potencialidades, dudar de mis capacidades, no creer que puedo si lo deseo. Ya no hay tiempo para esperar el momento perfecto, es el instante de trabajar por el cambio, para  de agarrar lo que amo con todas mis fuerzas, para hacer que mis ideas cobren vida, para asumir riesgos.

Tiempo de exigir que tengo derecho al cambio, a cometer errores, a ser escuchada sin juicios, a ser tomada en serio. A decir no sin sentir culpa, a decidir lo grande que quiero ser, a reconocer lo auténtico, a fabricar oportunidades sin miedo al precipicio.

Cuatro décadas y un año para saber lo importante que es dar el primer paso, para aprender a tomar decisiones aunque me tiemble el pulso, para saber que no puedes dejar pasar trenes. Tiempo para no tener pánico a lo desconocido, para buscar la mejor versión de una misma, para probar aunque esté amargo, para dejarme sorprender sin miedo al ridículo, para no depender de nadie para esbozar una sonrisa.

Hoy empieza un punto y seguido en mi camino.

Para los más pequeños pequeños de la casa para poder trabajar el tema del paso del tiempo y las celebraciones de cumpleaños
 os recomiendo un cuento llamado Jan y Julia  cumpleaños 

dilluns, 13 de juny del 2016

DIME LO QUE SIENTES

- A veces no se muy bien lo que siento. ¿A ti también te pasa mamá?

- Claro que me pasa.

- Cómo me gustaría poder controlar todo lo que se me mueve en mi interior.

- Yo creo que la vida perdería gran parte de su gracia.

- ¿A caso te gusta estar triste?

- No, pero si no lo estuviese nunca no sería capaz de valorar  cuando me siento inmensamente feliz.

Prestamos poco interés a nuestras emociones cuando en realidad somos un revoltijo de ellas. Emociones que son capaces de hacernos sentir que tocamos el cielo con las puntas de los dedos o que nos trasladan al mismísimo infierno. Las emociones están presentes en todas las actividades de nuestra vida, nos acompañan a diario para condimentar todo lo que nos ocurre. Son las únicas que nos permiten tomar decisiones desde el corazón, aquellas que nos agitan, nos conducen y hacen sacar lo mejor y lo peor. Aquellas que contienen el poder del amor, de la pasión, del compromiso o el sufrimiento. Las encargadas de llevarnos con determinación a nuestras metas o provocar que abandonemos nuestros sueños ante la primera piedra en el camino.

Las positivas nos reconfortan, nos colman de esperanza, nos animan a seguir. Las negativas nos llenan de dudas, incertidumbre y excusas, nos limitan a no salir de la zona de confort.

De pequeños nos enseñan a hacer o saber pero no a sentir. Poco tiempo en la educación dedicado a escuchar lo que nos recorre por dentro, para aprender a encontrarnos con uno mismo sin juicios o miedos. Escasos instantes dedicados a aprender a hallarnos, sentirnos, para vivir con la máxima consciencia. Los contenidos y procedimientos colman los aprendizajes relevando a segundo plano la educación de la emoción.

La educación emocional debería convertirse en el centro vertebrador de nuestra enseñanza, una educación integral que forme personas emocionalmente inteligentes y de sentido completo al aprendizaje. Una formación que debería ir mucho más allá de ponerle nombre a lo que sentimos y buscar estrategias para regularlo.

Debería convertirse en un aprendizaje centrado en poner en comunión la mente y el sentimiento, en equilibrio el corazón y la cabeza. Que  consiguiese que nos sintamos bien con nosotros mismos y con la relación con los demás, que nos enseñe a gestionar cada una de nuestras emociones, nos ayude a entenderlas, darles sentido y transformarlas las veces que sea necesario. 

Conocer nuestras propias emociones y controlarlas es la base para empezar a construir, para aprender a focalizar nuestra energía en aquello que nos haga realmente feliz, para construir un buen autoconcepto. Aprender a visualizar lo que deseamos, a identificar las necesidades de los demás, a respetar que los otros se emocionen de forma diferente, a realizar autocrítica con el objetivo de mejorar.

Enseñemos a nuestros pequeños a mostrarse asertivos, a guiarse por la sensatez, a ser capaces de leer las diferentes tonalidades que nos regala la vida a diario. Entrenémosles a regular impulsos, a reflexionar antes de actuar, a expresar lo que sienten sin miedo al ridículo, a cuestionarse el por qué de las cosas.

Motivémosles a investigar límites, a no parar de hacerse preguntas, a escuchar con ganas de comprender, a solucionar problemas buscando siempre la solución más justa, a indagar en las miradas, a escuchar de forma activa.

Los niños inteligentes emocionalmente dominarán las habilidades sociales necesarias para desarrollar la empatía, para leer emociones, para entender el comportamiento de los demás. Serán niños autónomos, autodisciplinados y capaces de practicar la resiliencia, de legitimar emociones y vivir con ellas de la mano, de aceptar la frustración o la decepción.

Hijo vive cada una de tus emociones a máxima intensidad.

Una ideal forma de explorar más de 40 emociones es dejarse llevar por las páginas de El arte de emocionarte un fabuloso que nos propone realizar un magnífico viaje el apasionante mundo las emociones a través de magníficas ilustraciones que nos invitan a dejar fluir.

dilluns, 6 de juny del 2016

AMEMOS EL CAMBIO

- No me sale mamá.

-¿Por qué no pruebas a hacerlo de forma diferente?

- Porque siempre lo he hecho así.

- A veces cambiar te permite conseguir cosas que nunca antes habías imaginado.

- ¿Por qué debería cambiar las cosas?

- Y ¿por qué no?

Por naturaleza nos mostramos resistentes al cambio. En ocasiones, nuestra actitud conservadora, nuestro miedo a salir de la zona de confort, de romper con nuestra rutina a la hora de hacer o pensar, nos mantiene inmóviles. La vulnerabilidad que nos hace sentir las cosas que no controlamos, el temor a lo desconocido, el pavor a equivocarnos, nos hacen echar el freno de mano.

Vivimos en un tiempo de cambio, ante un futuro que se intuye diferente. El mundo es cada vez más complejo, las cosas pasan de forma fugaz, nada es eterno. Aprender a educar en el cambio, en la fugacidad en la cual vivimos, se convierte en una ardua tarea. Prepararlos para ejercer oficios que aún ni siquiera existen, entrenarlos a solucionar problemas que aún no se han dado, a utilizar tecnologías que ni si quiera se han inventado, resulta extremadamente complejo.

 El cambio es inevitable, es parte de la vida, de nuestro existir. En muchas ocasiones llega sin avisar, sin pedir permiso y hace desequilibrar todo aquello que controlamos. Llena de adrenalina e incertidumbre nuestra vida a partes iguales, nos incomoda pero a la vez nos regala nuevos caminos por recorrer.

No podemos controlar su aparición pero sí podemos decidir cuál será nuestra actitud ante él. Debemos enseñar a nuestros pequeños a enfrentarse a los cambios con intrepidez, aprendiendo que en ocasiones será mejor ir paso a paso y en otras hará falta hacer una verdadera revolución. Tocará pensar de una manera crítica, cuestionarse el porqué de las cosas, resolver la indecisión con las ganas de intentarlo, apostar por la creatividad.

Eduquemos a ver el cambio como un reto, como una nueva oportunidad para vivir algo diferente, para descubrir. Para volver a renacer, redibujar nuestra hoja de ruta, ejercitarnos a dar la vuelta a las cosas las veces que hagan falta, para conseguir ser protagonistas de nuestra existencia.

Instruyamos a dejar de aferrarnos al pasado, sin victimismos ni anhelos, empapémonos de todo lo bueno está por venir. A mostrar una actitud proactiva, a no esperar que las cosas ocurran por azar, a creer en el trabajo y la dedicación. A apostar a fuego por nuestro para qué, a descubrir el arte que poseemos. A visualizar, a reconocer los errores, potenciar los talentos y ejecutar un plan de acción.

 A eliminar de nuestro lado a los cobardes, a los que se dejan llevar por la inercia, a los saboteadores de la osadía. A mostrarse receptivos a las nuevas ideas, a no tener pudor a la hora de elegir cosas distintas a las habituales, a comprometerse con el instinto y el corazón. A utilizar la evaluación para construir, a divertirse experimentando, a descubrir nuevas forma de sentir. 

A dar la mano a lo desconocido, ser respetuosos con ellos mismos, responsables con sus decisiones, resilientes ante los problemas. A ser héroes de su propia vida, queriéndose mucho, reaprendiendo a diario, tonteando con la cuerda floja sin miedo a caer. A priorizar sabiendo qué es lo que suma, a aprender a progresar de diferentes maneras, arriesgando, evitando el quizás o el tal vez, consiguiendo que las ganas sean más fuertes que las excusas.

Hijo recuerda siempre que lo único que no podemos elegir es no dejar de elegir. La valentía consiste en eso, en tener miedo y a pesar de él, no dejar de caminar.