Sònia

Sònia

diumenge, 25 de maig del 2014

AVIS Y YAYOS



“Avis” y “yayos” así decidió Pol llamar a sus abuelos para diferenciarlos. Abuelos que adoran a sus  nietos, nietos que enloquecen con sus abuelos. En casa el jueves es día de abuelos; comida en casa de la yaya  que prepara deliciosas lentejas y tarde con los “avis” de Barcelona que ,desde la llegada de Pol ,dedican ese día a sus nietos. Tarde de chuches y caprichos varios, yo sonrío y hago no verlo.
Nunca olvidaré la cara de mis suegros y mis padres cuando les comunicamos que serían abuelos. La noticia les colmó de felicidad y la invitación a la primera ecografía fue para ellos un regalo. Recuerdo el silencio sepulcral que se hizo mientras escuchaban el corazón de su primer nieto. A medida que mi barriga crecía la emoción iba en aumento, mil y un consejo que ahora me sirven en cada momento. Me cuidaron y mimaron como nunca, sufrieron en silencio el miedo al parto, lloraron al tener a sus nietos por primera vez en brazos.
La llegada de Pol cambió sus vidas y la de Xavier les rejuveneció de nuevo. Tenemos la gran suerte de tener unos excelentes abuelos, ellos siempre  han estado y están cuando los necesitamos.  Hemos intentado que los abuelos no sólo sirviesen como simples cuidadores cuando nosotros no estamos, hemos pretendido que se sintiesen valorados y hacerles partícipes en la educación de sus nietos. Buscar el equilibrio para que sus mimos y regalos no pasasen de la raya, para marcar juntos normas coherentes.
                Los abuelos son los mejores transmisores de experiencias y valores, explican maravillosas historias de su infancia. Representan el mundo de los sentimientos y  los recuerdos. Los abuelos disfrutan al máximo del tiempo pasado con ellos, también padecen el doble. Aún recuerdo como sufrían cuando se negaban a acabarse el biberón o se hacían sus primeros rasguños.
                Abuelos que acompañan y apoyan en todo lo necesario, que aman de forma incondicional. Los mejores transmisores de la historia y la tradición familiar y ayudan a sus nietos a construir su propia historia. A los peques  les encanta  que les expliquen cómo fue la infancia de sus papis. Los abuelos contribuyen a reducir la distancia afectiva entre generaciones.
                Los abuelos poseen un gran tesoro que es el tiempo. Tiempo para escuchar, para explicar, para jugar, para pasear, pintar y dibujar,pero sobre todo, para mimar. Tiempo para enseñarles a jugar al ajedrez, para inventar mil y una historia antes que se vayan a dormir, tiempo para instruir.
                Posen la paciencia para enseñar y explicar. Compartir tiempo con sus nietos les renueva, les hace sentir más jóvenes,  importantes, sentirse vivos.
                Los abuelos aman, colman de ternura y protegen. Complicidad. Emoción. Añoranza. Recuerdos. Sueños.Confidencias.Nietos que tras dos años de la ausencia de su abuelo aún lloran su pérdida. Recuerdan las tardes de pesca y helado. 

dimecres, 21 de maig del 2014

MAMÁ, ¿POR QUÉ LAS ESTRELLAS NO CAEN DEL CIELO?



 
Mamá, ¿Por qué las estrellas no se caen del cielo? Mamá ¿cómo se mide la altura de una montaña? Mamá ¿los peces sudan? Mamá ¿por qué las aves no se electrocutan con los cables eléctricos? Mamá…

Tengo la gran suerte de tener dos hijos insaciablemente curiosos, con ansias de saber, de comprender el mundo que les rodea. Niños que observan, analizan, interesados por aprender por qué pasan las cosas. Pueden llegar a  hacer muchas preguntas a lo largo del día y no paran de preguntar hasta que la respuesta les satisfaga. Amontonan preguntas, hipótesis y dudas. Hay preguntas divertidas, entrometidas, poéticas, incómodas, sorprendentes, complicadas, inoportunas...

Los niños son curiosos por naturaleza. La curiosidad es la capacidad que tiene una persona para observar, interesarse, indagar y aprender del entorno. En los niños representa el deseo de conocer, de saber, de ver  y de vivir experiencias. En muchas ocasiones esta curiosidad les lleva a actuar y a querer ampliar conocimientos. Les ayuda a buscar soluciones creativas.

Estoy convencida que mis hijos con sus preguntas buscan, no sólo obtener respuestas, sino saber si sus papis están dispuestos a respondérselas. Quieren comprobar si las respuestas son similares a lo que ellos piensan.

Debo admitir que en ocasiones tantas preguntas me abruman pero intento no caer en la tentación de no contestarlas. Intento dar respuesta a sus inquietudes, les ánimo a experimentar para que sean ellos mismos los que encuentren solución a sus demandas. 

Procuro no caer en clases magistrales utilizando un lenguaje claro, sencillo y acotado. Intento darle importancia a sus cuestiones. Aspiro a volver a sentir esa curiosidad infinita que tenía cuando era una niña y no cesada de bombardear a preguntas a mis padres o mi hermana mayor.
Leer juntos sobre temas diversos, explorar a detalle, visitar museos, asistir a conciertos, proponerles diferentes puntos de vista a una misma situación,…  les ayudará a que  no pierdan esta curiosidad y que sean  ellos mismos los que creen su propia experiencia. Entrenémosles a mirar, tocar, oler,  escuchar y sentir. Ayúdanosles a saber, probar, experimentar.

Para mi es maravilloso verlos preguntarse sobre si las hormigas tienen sentimientos o el por qué se puede oír el mar en una caracola. No dejemos de sembrar la semilla de la curiosidad. De este cultivo florecerán los futuros exploradores, descubridores, científicos, inventores…

Os habéis preguntado alguna vez ¿a que suena el silencio?

diumenge, 18 de maig del 2014

MAMÁ ME GUSTAS MÁS EN VACACIONES



“Mamá me gustas más en vacaciones” me dice Pol mientras acaba de ducharse y yo intentaba sacar al pequeñajo de la bañera cuando simulaba ser un temible tiburón y ponía perdido el baño de agua. Cuento hasta 10 para no perder los nervios.

            No entiendo, ¿qué quieres decir? Pues que en vacaciones sonríes más. Recuerdo como en Roma no parabas de bromear mientras hacíamos fotos. Cuando vuelves al trabajo estás de peor humor. “Touché, tocada y hundida”. Dicen que los niños nunca mienten.

            Cuando nos juntamos algunas madres a la salida del colegio hay una frase que se repite continuamente en nuestras conversaciones “estoy agotada”. Se ha convertido en una especie de mantra. Trabajo, niños, faenas de casa, vida social,… Madres que acumulamos cientos de horas de sueño perdido y que por la noche caemos en la cama como el árbol de un tronco talado.

Creer ser una  supermadre, intentando llevar todo hacia delante,  produce extenuación. Estrés es el estado en el que se encuentran muchas madres, una tensión provocada por situaciones agobiantes al intentar bordar nuestro papel en todas las facetas.

            Las mujeres seguimos asumiendo múltiples roles con la necesidad de hacerlos todos a la perfección y eso provoca un estado de agotamiento físico y mental  casi constante. Nos hemos programado para realizar multirareas que desempeñamos de forma casi automática; mientras plancho la ropa, pregunto la lección de lengua y envío un correo urgente del trabajo. Cada uno de nuestros movimientos incluye la programación del siguiente.

            Este cansancio extremo nos puede llevar a situaciones límites donde podemos sentirnos totalmente perdidas, anímicamente agotadas y con la fortaleza física por los suelos. Ser madres full-time es agotador. Tensión, nerviosismo, apatía, irritabilidad, enojo constante, ira súbita, preocupación excesiva ,pueden ser algunas de las señales que harán saltar las alarmas.

            Cada vez soy más consciente que este círculo de cansancio puede afectar de manera negativa en la relación con mis hijos. Ha llegado el momento de sacar el rol de madre de la lista de deberes y ponerla en la lista de cosas agradables y placenteras.

            Asumo que soy la única culpable de la situación. ¿Por qué nos cuesta tanto delegar? ¿Por qué creemos que sin nosotras se hunde el barco? Si estamos hartas de ir corriendo a todos lados y no llegar bien a nada, ¿por qué no paramos?

            Estoy aprendiendo eso sí, poco a poco, a abastecerme de situaciones que renueven mis energías, que me hagan hacer un alto en el camino y me ayuden a recuperar mi equilibrio interior. Buscar un momento exclusivo para mí .Un desayuno sin prisas, un rodaje en solitario, un café con amigas, una cena en pareja, una fiesta descontrolada de celebración de los cuarenta (aunque cuando salga al día siguiente quiera morirme mil veces y jure hasta la saciedad que no volveré a salir). Espacios propios que me cargaran de energía positiva y repercutirán eficientemente en la relación con mis hijos.

            Desconectar, delegar, reservar tiempo para una misma, dejar que los demás asuman sus responsabilidades, alimentarse sanamente, hacer ejercicio, priorizar, aprender a decir “no”, no sentirse culpable por no ser perfecta, tener autoconciencia de todo aquello que haces, cargarse de paciencia, dejarse ayudar por la pareja, …serán los puntos clave para prevenir el agotamiento.

            “No es lo que haces sino como lo haces” .Cambiar la idea del deber y conectarse con las ganas del querer. La teoría es sencilla, ¿no? , ahora hay que ponerla en práctica.


            PD: Quizás lo más difícil será asumir que ,si nuestras parejas elijen la ropa de nuestros pequeños, posiblemente vayan mal conjuntados. Rayas y cuadros, rojos con naranjas, faldas con bambas. Será nuestra primera prueba de fuego. J


dimecres, 14 de maig del 2014

LA PEOR MADRE DEL MUNDO



“Eres la peor madre del mundo” gritaba Pol mientras daba un portazo y se encerraba en la habitación. No recuerdo muy bien el motivo de su queja pero si su enfado, decepción y rabia contenida.
                La bomba había estallado porque no había respetado uno de los límites marcados en casa y me comparaba con algunas madres permisivas de sus amigos. Para no perder los estribos, intentaba reírme de mi misma imaginándome convertida en un feroz demonio.
                Con sus 9 añitos me recriminaba que no le dejase hacer aquello que otros podían hacer sin problemas ni consecuencias. ¿Cómo le explico que lo hago por su bien?
                Pienso que la titánica tarea de ser padres arroja muchos desafíos  pero, sin lugar a dudas, uno de los importantes es el tema de los límites. Poner límites y hacer cumplirlos significa muchas veces tener conflictos. Intento solucionar los conflictos de forma positiva procurando no ser ni permisiva ni autoritaria pero ¡qué difícil lograr un equilibrio!
                Evito caer en las amenazas que luego no cumpliré, en el chantaje emocional o en la exageración de mis emociones, pero debo confesar, que a veces las circunstancias me hacen caer en ellos.
                Los niños felices necesitan sentirse seguros y protegidos y para ello requieren límites y normas claras. Si no se convertirán en niños insatisfechos, tiranos, que reclaman constantemente nuestra atención y con importantes dificultades para vivir en sociedad.
                Los límites son indispensables para que nuestros pequeños logren alcanzar la madurez y la felicidad. Los límites no pueden depender de nuestro estado de ánimo. El secreto es marcarlos mediante una disciplina eficaz, de forma coherente y con firmeza.
                Los límites deben ser explicados con claridad, firmeza  y objetividad. Deben ser concretos  y  debemos asegurarnos que son entendidos. Al ser cumplidos, debemos realizar un refuerzo positivo felicitando los comportamientos correctos. Un buen achuchón o un besazo les llenarán de orgullo.
                Tras un rato de tranquilidad en su habitación y una distendida charla sobre el tema, Pol ha entendido la necesidad de no saltarse los límites. Acabar viendo la tele juntos y cerrar el día con tranquilidad ha sido todo un regalo.

                Mañana habrá que volver a cargar las baterías al máximo.

diumenge, 11 de maig del 2014

PADRES DEL SIGLO XXI



Ser padres es bonito pero no fácil. Parece que se ha convertido en una profesión cada vez más difícil de desarrollar. Los padres que asisten a las charlas formativas que realizo así lo expresan. No hay sesión en la que no aparezcan afirmaciones como no “puedo con ellos."

Convertirse en padres hoy poco tiene que ver con aquello que vivimos en casa cuando éramos niños. La familia, como a institución social, ha experimentado profundas transformaciones en las últimas dos décadas.

Ser padres del SXXI se ha convertido, en ocasiones, en una verdadera odisea. Padres acróbatas que deben combinar trabajo, tareas domésticas, vida social y la educación de sus pupilos.

En muchas ocasiones pienso que nos complicamos demasiado la vida. ¿Por qué nuestros abuelos, con una mínima formación, eran capaces de disfrutar de este maravilloso oficio y nosotros no lo hacemos?

Debemos simplificar nuestras responsabilidades. Debemos convertirnos en los principales guías y orientadores en la vida de nuestros hijos. Partamos de una percepción positiva. Creamos en ellos. No les facilitemos la vida. Seamos exigentes. No nos de miedo trabajar sus emociones. Tendámosle la mano. Seamos partícipes de sus miedos. Soñemos juntos.

Nuestros hijos únicamente necesitan sentirse queridos, respetados, elogiados y admirados.

Ofrezcámosle tiempo pero de calidad. Pongamos todos nuestros sentidos en aquella actividad que realicemos con ellos. No nos compliquemos. Nuestros hijos no quieren saber chino, practicar esgrima o adquirir un método matemático que le permita calcular a toda velocidad.

Ellos quieren recibir un abrazo, pasear tranquilamente por el bosque o realizar una apasionante excursión en bicicleta. Nuestros hijos necesitan que les dediquemos tiempo para conocerles mejor, para que nos abran sus pensamientos, sus proyectos, sus temores.
Intentémoslo mañana. Cada día es una nueva oportunidad para seguir aprendiendo. Tenemos derecho a errar, a perder los nervios. Preguntémosle que es lo que necesitan, nos sorprenderán seguro. Ellos serán de mayores lo que nosotros les hayamos enseñado con nuestro ejemplo.


Tengamos una autoridad comprensiva, seamos firmes y lógicos. Aceptemos nuestros errores y pidamos perdón cuando nos equivoquemos. Consigamos una confianza mutua. Negociemos. Marquémonos pequeños objetivos. No nos desanimemos antes de empezar.


diumenge, 4 de maig del 2014

MAMA, MAMI O MAMÁ




Mamá, mama o mami. Da igual, diga cómo se diga, tiene una musicalidad especial. Nunca olvidaré el día en el que mis pequeños pronunciaron “mama” por primera vez. Quién lo ha vivido, sabe de lo que hablo. O aquella primera vez que estiraron sus brazos hacia mí porque era la única que les podía consolar.

Yo soy quién soy gracias a la mía. Con sus virtudes y sus defectos, pero le debo todo. Madre no hay más que una y ella siempre ha estado justo en el lugar que más lo necesitaba. Desde que soy madre, la valoro aún más si cabe.

Una madre es comprensión porque sus palabras sosiegan, tranquilizan, porque sus besos y abrazos sanan.

Una madre es paciencia en grado extremo por su temple, por su perseverancia, por su serenidad, por su aguante. Una madre nunca baja los brazos.

Una madre es amor porque es cariñosa, afectuosa, protectora, tierna, comunicativa, paciente.

Una madre es responsabilidad porque cumple con todo lo que debe, por su competencia, por su planificación, sus dotes organizativas, por su capacidad de asumir riesgos, por su esfuerzo o sacrificio, por su liderazgo.

Supongo que muchos de esos adjetivos  me definen como madre pero  en ocasiones no lo siento así. Yo me siento realmente  madre porque en ocasiones pierdo los nervios, porque hay días que me gustaría fugarme a otro país, porque alguna vez he olvidado la cita en el pediatra. Soy mamá cuando sonrío a otra madre en el parque cuando el monstruo de su hijo ha pegado a mi tesoro y disimulo mis ganas de coger por el cuello al diablillo. 

Soy madre cuando me paso un largo tiempo en la cocina disimulando los garbanzos con brebajes para que no parezcan garbanzos, cuando les pongo más de una capa de ropa encima y les frío de calor, cuando memorizo los poemas de Navidad recitados hasta la saciedad.

Soy mami cuando me emociono al verles dedicarme un gol, cuando no puedo dejar de sonreír cada que veo el dibujo colgado en la nevera que me han regalado para mi cumpleaños o cuando se me eriza la piel cada vez que me susurran “te quiero mamá”.

Soy madre cuando recojo un vómito a las tres de la mañana, cuando no dejo de soplar porque se han rascado la rodilla, cuando busco un juguete por toda la ciudad para que sus Majestades queden geniales, cuando me convierto en un ciempiés haciendo 22 cosas a la vez o cuando madrugo para entrenar para no perderme nada de sus tardes.

Soy madre cuando preparo en la silla la ropa del día siguiente, cuando pongo la manualidad que traen del colegio en un lugar destacado del comedor aunque no entienda exactamente lo que es, cuando sólo quedan dos trozos de pizza y finjo no tener más hambre, cuando disimulo mi tristeza o mis ganas de llorar.

Soy madre cuando me levanto a media noche porque tienen sed, cuando no logro sacar de mi cabeza la canción de la serie infantil  de moda,  cuando paso la noche en vela controlando que no les suba la fiebre, cuando me muestro cómplice escuchando que les gusta una niña de la clase, cuando me ducho a la vez que pregunto las tablas de multiplicar.

Mis hijos me hacen feliz cuando me dicen que soy la mejor madre del mundo y luego preguntan si pueden jugar a la consola, cuando explican en el cole que las mujeres también corremos maratones, cuando recién levantada me dicen que les gusta mi peinado, cuando disimulan comiéndose el puré de verdura que sabe a diablos o cuando devoramos juntos historias de monstruos o caballeros.


Mis hijos me hacen mejor persona, me dan ganas y fuerzas para seguir adelante. Me obligan a desaprender cada día, me enseñan qué es lo realmente importante y me ayudan a priorizar.

 El amor de una madre es el combustible que le permite al ser humano hacer lo imposible.