Sònia

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dimecres, 21 de maig del 2014

MAMÁ, ¿POR QUÉ LAS ESTRELLAS NO CAEN DEL CIELO?



 
Mamá, ¿Por qué las estrellas no se caen del cielo? Mamá ¿cómo se mide la altura de una montaña? Mamá ¿los peces sudan? Mamá ¿por qué las aves no se electrocutan con los cables eléctricos? Mamá…

Tengo la gran suerte de tener dos hijos insaciablemente curiosos, con ansias de saber, de comprender el mundo que les rodea. Niños que observan, analizan, interesados por aprender por qué pasan las cosas. Pueden llegar a  hacer muchas preguntas a lo largo del día y no paran de preguntar hasta que la respuesta les satisfaga. Amontonan preguntas, hipótesis y dudas. Hay preguntas divertidas, entrometidas, poéticas, incómodas, sorprendentes, complicadas, inoportunas...

Los niños son curiosos por naturaleza. La curiosidad es la capacidad que tiene una persona para observar, interesarse, indagar y aprender del entorno. En los niños representa el deseo de conocer, de saber, de ver  y de vivir experiencias. En muchas ocasiones esta curiosidad les lleva a actuar y a querer ampliar conocimientos. Les ayuda a buscar soluciones creativas.

Estoy convencida que mis hijos con sus preguntas buscan, no sólo obtener respuestas, sino saber si sus papis están dispuestos a respondérselas. Quieren comprobar si las respuestas son similares a lo que ellos piensan.

Debo admitir que en ocasiones tantas preguntas me abruman pero intento no caer en la tentación de no contestarlas. Intento dar respuesta a sus inquietudes, les ánimo a experimentar para que sean ellos mismos los que encuentren solución a sus demandas. 

Procuro no caer en clases magistrales utilizando un lenguaje claro, sencillo y acotado. Intento darle importancia a sus cuestiones. Aspiro a volver a sentir esa curiosidad infinita que tenía cuando era una niña y no cesada de bombardear a preguntas a mis padres o mi hermana mayor.
Leer juntos sobre temas diversos, explorar a detalle, visitar museos, asistir a conciertos, proponerles diferentes puntos de vista a una misma situación,…  les ayudará a que  no pierdan esta curiosidad y que sean  ellos mismos los que creen su propia experiencia. Entrenémosles a mirar, tocar, oler,  escuchar y sentir. Ayúdanosles a saber, probar, experimentar.

Para mi es maravilloso verlos preguntarse sobre si las hormigas tienen sentimientos o el por qué se puede oír el mar en una caracola. No dejemos de sembrar la semilla de la curiosidad. De este cultivo florecerán los futuros exploradores, descubridores, científicos, inventores…

Os habéis preguntado alguna vez ¿a que suena el silencio?

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