Sònia

Sònia

dissabte, 26 d’abril del 2014

Padres banda

Los sábados nos levantamos pronto, es día de partido. A veces incluso nos levantamos antes que para ir al cole. Los nervios se palpan  des del desayuno.  Recarga de depósitos, equipaciones impolutas, material revisado y hacia al campo.

Hay muchos padres que, por este simple hecho, ya no apuntan a sus hijos a practicar un deporte. En mi opinión, gran error. Mis padres siempre me acompañaron a mis partidos y así lo hago yo con mis hijos.
Durante el calentamiento ya se palpa el nerviosismo de los que yo denomino “padres bandas”. Aquellos padres culpables de que, en muchas ocasiones, los partidos se conviertan en un enorme campo de batalla. Sí , debo confesarlo ,alguna vez he ejercido como tal.

A la que se escucha el silbido de inicio estos padres se apoderan de las bandas del campo y se dedican a dar instrucciones a sus hijos , olvidando la figura del entrenador. Gritan a sus pupilos dando preceptos sin cesar, los presionan, critican actitudes o ridiculizan a algún compañero de equipo. Normalmente acaban discutiendo con padres del equipo contrario y se dedican a aleccionar a todos aquellos que se pongan cerca de ellos.

Estos padres, en muchas ocasiones, no recuerdan el motivo del por qué sus hijos practican deporte. Numerosos estudios describen  un sinfín de beneficios físicos y psicológicos que aporta la práctica deportiva pero nunca debemos olvidar que el principal es la diversión. Nuestros hijos deben hacer deporte para pasarlo bien.

En muchas ocasiones pensamos que estamos en el derecho de exigir  que rindan en el campo pero nos equivocamos plenamente. Nuestros hijos no deben rendir sino disfrutar. Lo único que debemos hacer es contagiarles la pasión por aquello que hacen, potenciar el esfuerzo, la constancia, las ganas de mejorar. El deporte es  únicamente un elemento más en su formación.

La práctica deportiva mejorará la capacidad cognitiva, favorecerá las relaciones sociales, el trabajo en equipo, potenciará la  capacidad de sacrificio y de superación personal. Nuestros pequeños aprenderán a que no siempre se gana, a fijarse objetivos y trabajar duro para conseguirlos. Pero si no disfrutan corriendo detrás de una pelota, manejando un  stick o golpeando con una raqueta el esfuerzo no habrá merecido la pena.

Al acabar el partido felicito a mis hijos por su esfuerzo y al resto de compañeros. De vuelta a casa comentamos lo bien que se lo han pasado, el partido ganado o la lástima que ha sido el no haber podido marcar.

Eso sí, que un hijo marque un gol y te lo dedique no se paga con todo el oro del mundo.


dimecres, 23 d’abril del 2014

MAMÁ, ME GUSTA LEER



 
Dicen los expertos que en casa deberíamos tener más de 200 libros. Esto favorecerá  que nuestros hijos sean más entusiastas, curiosos y con ganas de saber cada día más y más. Los libros te crean, te construyen, te cambian, te transforman, te incomodan o te llenan de felicidad.

En casa tenemos el gran privilegio de tenerlos. Están repartidos en estanterías meticulosamente ordenados. Muchos de ellos recogen los intereses familiares; guías de viaje, fotografía, deporte, educación,…

La llegada de los pequeños vino acompañada de la creación de su biblioteca particular, situada en lugar accesible para ellos. Biblioteca que vamos aumentando con el paso de los años. Las preferencias van cambiando paralelamente al cambio del número de zapato.  Cualquier motivo es bueno para hacerles descubrir un nuevo personaje o colección. Quien nos conoce, acompaña siempre sus regalos con un nuevo título.

Aún recuerdo verles gatear y coger sus primeros libros de trapo. Pol los observaba con detenimiento, empapándose de cada detalle. Preguntaba sin cesar por los personajes que aparecían, por los lugares descritos y el porqué de los finales.  Le gustaba verlos sin aburrirse y que le explicase el mismo cuento una y otra vez. 

En cambio Xavier pasaba las páginas a toda velocidad, sin querer perder tiempo, ilusionado por descubrir que escondía la siguiente lámina, nervioso por tirar de cualquier pestaña que escondiese una pequeña sorpresa o descubriendo sonidos. Pedía un libro distinto cada día, le gustaba imitar a los protagonistas, se inventaba partes de la historia y se mostraba crítico si el final no le gustaba.Es bien curiosa la diferencia que existe entre ellos.

         En casa cada noche aparecía el momento mágico, aquel instante en que todo se frenaba. El ritmo acelerado del día quedaba relegado a la paz que se creaba al mirar un cuento. Aquel momento donde se sentaban en tu falda y viajábamos juntos a maravillosos lugares imaginarios. El comedor se llenaba de príncipes y dragones, héroes y villanos, romanos o naves especiales. No existía mejor forma de cerrar el día. La complicidad se perdía entre las páginas.

             Ahora son ellos quienes eligen el momento para leer. Pol lo hace siempre sentado en su escritorio y en cambio Xavier se esconde en cualquier rincón de la casa. Hemos conseguido que disfruten leyendo cada día un rato, sumergiéndose en extraordinarias narraciones, conociendo mundos insospechados, descubriendo personajes fabulosos. Y al final del día intento alentarlos a compartir alguna breve historia, a descubrir un nuevo género.

            Con el mayor competimos por cuantos libros somos capaces de devorar durante unas vacaciones. Con el pequeño buscamos fórmulas para que los quiera devorar. Me gusta que vean como leo, como disfruto de lo que aprendo. Visitamos librerías y bibliotecas para estar al día de las novedades.

            Para mi hoy es uno de los días mágicos del año. En nuestra casa aumenta el número de libros y los príncipes me regalan una hermosa rosa. Cómo cada año han despertado con un nuevo título escondido debajo de sus almohadas.

            Ojalá nunca pierdan la ilusión por descubrir, entre líneas, nuevas aventuras.
           
 Feliz día del libro.