Sònia

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dijous, 11 de gener del 2024

"EL PRIVILEGIO DE VIVIR EN UN ADOLESCENTE" ENTREVISTA EN EL PROGRAMA DE TELEVISIÓN "LA AVENTURA DEL SABER"

 El pasado 9 de enero tuve el privilegio de ser entrevistada por el periodista Federico Cardelús en el programa "La aventura del saber" de TV2.

La entrevista giró entorno al tema de la adolescencia y en ella hablamos sobre mi libro "El privilegio de vivir con un adolescente" de la editorial Destino.

Podéis perla pinchando en el siguiente link: 

https://www.rtve.es/play/videos/la-aventura-del-saber/aventura-del-saber-sonia-lopez-privilegio-vivir-adolescente/7052240/




Si quieres que tu hijo sea feliz, hazle responsable de sus cosas

 Si hay algo que agota a las familias en su día a día en casa es tener que repetirle a sus hijos, una y otra vez, que cumplan con sus obligaciones. Que se hagan responsables de sus tareas sin que mamá o papá, a modo de disco rayado, se lo tengan que repetir. Una irresponsabilidad que genera muchos conflictos y mal humor en la convivencia y que provoca un gran agotamiento a la hora de educar.

Los deberes del colegio, que recojan el cuarto de baño después de ducharse, que mantengan un mínimo de orden en su habitación, que realicen las tareas escolares o que pongan correctamente la mesa antes de empezar a comer son algunas de las responsabilidades que a los niños o jóvenes les cuesta mucho asumir.


La responsabilidad es uno de los valores más importantes que las familias deben educar. Es proceso largo y costoso que conlleva mucha paciencia y confianza. Supone no hacer por los hijos lo que son perfectamente capaces de hacer por ellos mismos, aunque en muchas ocasiones, eso suponga que las cosas se hagan a un ritmo mucho más lento de lo que esperamos y con una calidad peor. Una tarea a largo plazo que ayudará a los niños y jóvenes a desarrollar habilidades sociales, personales y a establecer buenas relaciones con su entorno. Que les enseñará a comprometerse con aquello que quieren y a trabajar duro hasta conseguirlo.


Ser responsable implica comprometerse, ser perseverante y cumplir puntualmente con todas las obligaciones que tengas sin depender que otros te lo recuerden o te lo exijan. Es la capacidad de asumir las consecuencias de las propias acciones y decisiones, buscando un bien propio y común. Para que un niño sea responsable necesita adultos que confíen en él, que le ayuden a ir ganando confianza en sí mismo a través del reconocimiento de las propias habilidades, que le expliquen que el error es parte imprescindible en el proceso de aprendizaje y que le regalen el tiempo que necesita para aprender.


La responsabilidad se va adquiriendo poco a poco de acuerdo al desarrollo evolutivo de cada niño a través de la imitación y la aprobación de los demás. Existen varios factores que influirán en su adquisición: el modelo educativo en el que es criado el niño, la personalidad de cada individuo o el nivel de exigencia de los adultos que le acompañan.

Un niño responsable poseerá las herramientas necesarias para poder construir una buena identidad, se mostrará seguro de sí mismo, poseerá una buena autoestima, será capaz de decidir qué debe hacer y cuando y de reflexionar antes de actuar y tomar decisiones. Será una persona que disfruta de todo aquello que hace y reconoce sus errores sin sentirse avergonzado.


En cambio, cuando un niño no tenga responsabilidades mostrará muchas dificultades para saber lo que debe o no hacer, será muy dependiente de los adultos y no aceptará sus tropiezos. Será una persona miedosa y desconfiada a la que le costará establecer relaciones sociales sanas y siempre le echará la culpa de sus problemas a los demás.


Seguir leyendo: https://elpais.com/mamas-papas/familia/2024-01-10/si-quieres-que-tu-hijo-sea-feliz-hazle-responsable-de-sus-cosas.html

Cómo mejorar la convivencia con tu hijo adolescente esta Navidad: interesarte por su vida y tener en cuenta sus necesidades

 A la mayoría de familias con hijos adolescentes en casa les invade la nostalgia cuando se acercan las fiestas de Navidad. Jamás se hubiesen imaginado que echarían tanto de menos hacer junto a sus niños largas colas para entregar la carta al paje Real y hablar con los Reyes Magos, las peripecias en casa para esconder bien los regalos y no ser descubiertos o los festivales del colegio que duraban toda la tarde donde tocaba escuchar villancicos algo desafinados.

Cierto es que las fiestas navideñas, cuando los hijos son pequeños, son agotadoras y estresantes, pero también son mágicas, tiernas y sumamente emocionantes. Ninguna mamá o papá borra jamás de su memoria la cara de su hijo cuando descubre el árbol repleto de regalos el día de Navidad o el día de Reyes, o al comprobar cómo los camellos se han bebido toda el agua y comido todo el pan que les había dejado.


Cuando llega la adolescencia, las Navidades en casa cambian mucho. El joven ya no desea que lleguen estas fechas para recibir sus juguetes o decorar el árbol, sino para descansar después de un largo primer trimestre escolar y quedar con sus amigos para ir de compras o salir de fiesta. Atrás quedaron los planes en familia para ir a ver las luces navideñas de la ciudad, patinar sobre hielo, las tardes dedicadas a la decoración, escribir la carta a sus majestades o aprender el verso de Navidad para recitarlo ante los tíos o los abuelos.

Será muy normal que el adolescente muestre poco interés por celebrar la Navidad en familia y se le hagan muy pesadas o aburridas las largas sobremesas de las celebraciones familiares. La adolescencia es el período de desarrollo donde el joven necesita pasar el máximo de tiempo posible junto a sus iguales compartiendo aficiones y confidencias y las vacaciones son el mejor momento.



Las familias deben entender que los adolescentes necesitan celebrar estas fiestas de forma muy diferente y que no pueden pasarse todas las celebraciones dando órdenes a sus hijos: “Compórtate bien cuando vengan los tíos a casa que te conozco”, “vístete de otro modo que van a pensar que no tienes ropa decente” u “ordena tu habitación que entrarán a verla y no quiero que piensen que somos unos desordenados”. Unas frases que lejos de que los jóvenes hagan caso solo lograrán que se creen conflictos constantes en el hogar. Si las familias quieren disfrutar de las fiestas con tranquilidad y armonía, deberán entender que este necesitará vivir estos días a su ritmo.


Consejos para disfrutar de la Navidad en familia con hijos adolescentes:

  1. Interésate por los planes que ya tiene programados con sus amigos y muestra interés cuando te explique lo importantes que son para él. Proponle alguna actividad que le pueda parecer atractiva para hacer con el resto de la familia algún día de las vacaciones navideñas: ir a ver algún estreno de cine o de teatro, descubrir algún restaurante nuevo de la ciudad, practicar algún deporte de invierno o visitar alguna ciudad con algún parque temático. Si padres y madres tienen en cuenta sus gustos o intereses y logran sorprenderle, será mucho más fácil que quiera disfrutar de este tiempo de calidad juntos.
  2. Involúcrale en la organización de las fiestas en casa: pídele que te ayude a elaborar el menú de la cena de Nochebuena; que venga a comprar los regalos de otros miembros de la familia o que ayude a decorar la mesa a su manera. Los progenitores deben transmitirle que su presencia e implicación es muy importante para el resto de la casa.
  3. Continuar leyendo: https://elpais.com/mamas-papas/expertos/2023-12-24/como-mejorar-la-convivencia-con-tu-hijo-adolescente-esta-navidad-interesarte-por-su-vida-y-tener-en-cuenta-sus-necesidades.html

dimarts, 5 de desembre del 2023

Niños altamente sensibles: la necesidad de entender este rasgo de personalidad para que puedan ser felices

Llantos frecuentes, berrinches incontrolados, emociones intensas, hipersensibilidad a los sonidos o a los olores, pánico a acercarse a desconocidos, negación a probar un alimento por su textura o a ponerse una prenda de ropa con un tejido que pica o molesta. Estas son algunas conductas que alertan de que nuestro hijo podría ser un niño con alta sensibilidad. Unas conductas que nada tienen que ver con que actúe de forma caprichosa, que actúe de forma exagerada o quiera llamar la atención del adulto en todo momento.

Las personas PAS (niños o jóvenes con alta sensibilidad o altamente sensibles) no sufren ninguna enfermedad o trastorno psicológico. El NAS (rasgo de personalidad de niños y niñas altamente sensibles) , definido por primera vez en 1991 por la psicóloga e investigadora estadounidense Elaine Aron, es un rasgo de personalidad hereditario que se manifiesta desde muy temprana edad y que puede afectar a uno de cada cinco niños. Una característica que condiciona su desarrollo y la manera en la que perciben y sienten las cosas, aprenden y se relacionan con su entorno.


El niño o joven NAS tiene un sistema sensorial muy agudo siendo capaz de captar pequeños detalles que otras personas no observan. A través de unos sentidos muy desarrollados procesan cognitivamente la información sensorial, social y emocional con más profundidad. Perciben el mundo de manera distinta y eso condiciona la forma en la que van construyendo su propia identidad. Suelen mostrar sensibilidad a estímulos externos: mostrarse muy incómodos ante los ruidos estridentes, con la intensidad de la luz o los lugares donde se aglomera mucha gente.


Tienden a ser niños y jóvenes muy reflexivos, cariñosos, intuitivos y poco impulsivos. Necesitan analizar todo aquello que pasa a su alrededor con detenimiento y buscar respuesta a aquello que no comprenden. Con un mundo interior muy rico, viven inmersos en un mar de sentimientos y pensamientos. Esta hipersensibilidad les permite disfrutar de la belleza, la bondad o la naturaleza y ser muy creativos llamándoles mucho la atención la música y el arte.


Por otro lado, experimentan el miedo, los celos, la tristeza, la frustración, la rabia o la injusticia de forma muy intensa, llegándose a sentir abrumados o inmensamente incomprendidos. Unas emociones que pueden afectarles a la hora de tomar decisiones, comportarse en el colegio o en casa o relacionarse con los demás. Son niños y jóvenes que pueden llegar a sentirse solos, incomprendidos y superados por los estímulos que les rodean. Por esta razón es tan importante que desde bien pequeños sientan el calor y la empatía de las personas que les quieren, que les eviten situaciones estresantes y que les ayuden a desarrollar estrategias para mesurar la importancia de las cosas.


Claves para poder acompañar un niño o joven PAS desde la comprensión y la serenidad:

  1. Integrar este rasgo de personalidad en su vida para que pueda vivir de una manera equilibrada. Aceptándole tal y como es, sin compararlo con otras personas o sobreprotegerlo, atendiendo sus necesidades. Sentirse aceptado y comprendido le permitirá construir una autoestima sana y pedir ayuda siempre que lo necesite sin sentir vergüenza.
  2. En edades tempranas, controlar mucho el uso de las pantallas y todo el contenido que pueda ver a través de internet o en la televisión. Cualquier imagen o noticia puede desestabilizarlo y afectarle creándole mucha inseguridad y miedo.

Tres claves para fomentar el juego en la infancia y por qué hay que hacerlo

Al igual que los adultos, los niños deben cumplir con una agenda repleta de actividades. Entre las horas que pasan en la escuela, las actividades extraescolares y los deberes que tiene que hacer en casa les queda muy poco tiempo libre para jugar con libertad o tranquilidad. Y esa es una actividad principal en la infancia que responde a la necesidad humana de mirar, tocar, curiosear e inventar.

En las últimas décadas, la cantidad de tiempo que los niños dedican al juego ha ido disminuyendo progresivamente. Muchos han sido los factores que han influido: menos lugares seguros en las grandes ciudades para jugar en la calle, horarios escolares y familiares sumamente estructurados, saturación de actividades complementarias o el aumento del uso de los dispositivos digitales desde edades bien tempranas.

El juego es una actividad natural, universal y espontánea que a lo largo de la historia de la humanidad ha estado siempre presente en todas las civilizaciones. La pedagoga y científica María Montessori decía: “El juego es el trabajo de los niños”, una actividad fundamental para su desarrollo y el aprendizaje significativo. 


En 1989, en la convención de los Derechos del Niño, se definió el juego como un derecho fundamental porque la vida infantil no se puede concebir sin él. Más que una simple oportunidad para la diversión y el ocio permite que los pequeños se desarrollen correctamente, crezcan de manera sana y armoniosa. En los primeros meses de vida el juego está relacionado con el descubrimiento del propio cuerpo. A medida que el chico crece, el juego irá tomando un carácter mucho más socializador. 

El niño empezará a relacionarse con los demás, descubrirá los límites de su entorno y buscará aliados para divertirse. Así que la tipología de juego irá cambiando con la edad, pero la necesidad de jugar no desaparecerá, sino que se irá transformando. El juego estará más centrado en los sentidos y el movimiento cuando el niño sea más pequeño y evolucionará hacia el juego social en las etapas más avanzadas.

Dedicar tiempo al juego mejora las capacidades de los niños para relacionarse con los demás, planificar, organizar y regular las emociones. Jugando imitan la realidad en la que viven, ensayan situaciones futuras a la vez que aprenden a resolver conflictos y expresan sentimientos. Es una actividad que protege y ayuda a enfrentar situaciones de estrés. 


A través de él, los pequeños exploran el entorno, potencian su imaginación y creatividad, expresan su particular forma de ver el mundo y mejoran su capacidad lingüística y su vocabulario. Aprenden también a esperar y respetar turnos y muchos valores como la colaboración, el respeto, la bondad, la paciencia o el esfuerzo.



Cuando tu hijo ADOLESCENTE empieza a volar del nido

Una de las emociones más complejas de gestionar en la maternidad es sentir que tu hijo adolescente ha dejado de necesitarte. Que se ha alejado de ti y muestra poco interés por pasar tiempo juntos, por compartir contigo todo aquello que le pasa o le preocupa, por escuchar tus consejos u opiniones.

Sentir que tu corazón se hace pequeño al ver que lo estás perdiendo, al saber que no volverá a ser aquel niño pequeño que te necesitaba casi para todo, al comprobar como ha cambiado la forma en la que te habla y expresa su cariño. Observar como en él todo cambia; su actitud en la familia, sus preferencias, sus expresiones y el tono de sus respuestas.

Nadie te prepara para asumir que tu hijo ha crecido tanto y a esa velocidad y pronto emprenderá su propio camino. Para aceptar que a partir de ahora te va a necesitar de forma muy diferente y va a tomar sus propias decisiones sin importarle demasiado si te parecen bien o mal.

Un duelo que te descoloca, entristece y te obliga a reconstruir tu vida nuevamente. Que te obliga a entender sus silencios, a aceptar que a partir de ahora las reglas de vuestra relación van a cambiar.

Durante la adolescencia la relación entre padres e hijos se transforma radicalmente. En muchas ocasiones, se tensa instalándose en casa el mal humor y los conflictos casi constantes que nos condenan a no entendernos. Una situación que te llena de incertidumbre, malestar y mucha vulnerabilidad. Que te hace sentir que todo lo que habías conseguido en términos educativos durante la infancia, con mucha paciencia y perseverancia, parece desplomarse como un castillo de naipes.

Qué difícil resulta acompañar a un adolescente con calma y empatía cuando se muestra tan distante, impertinente y arisco. Cuando exige su libertad con torpeza, no asume sus responsabilidades y es incapaz es de modular correctamente sus emociones. Cuando paga su frustración contigo y te alza la voz.

No es sencillo aceptar que sus necesidades hayan cambiado tanto y quiera cambiar las normas y rutinas que tan bien os habían funcionado hasta el momento. Que se muestre tan reservado y rechace tus muestras de cariño.

Aunque sientas que se ha convertido en un auténtico desconocido al que únicamente le importa sus amigos, estar fuera de casa y conseguir lo que le apetece, es el momento de su vida que más necesita que estés a su lado sin condición. Que le muestres tu mejor versión aunque haya días en los que sientas que ya no puedes más.

No cabe duda que tu adolescente se muestra a menudo impulsivo, irreverente y malhumorado pero, si eres capaz de leer entre líneas sus palabras y conductas, verás que no lo hace por fastidiarte o acabar con tu paciencia, sino simplemente porque camina por un laberinto donde en muchos momentos se siente perdido y vulnerable. Donde avanza a tientas a través de una oscuridad que le colma de inseguridad y miedo y le hace comportarse en ocasiones de forma desajustada y pretenciosa.

Tu adolescente también está transitando por un duelo, vive en una constante contradicción entre el deseo de crecer y conseguir la ansiada libertad y seguir conservando los privilegios que tenía cuando era un niño.

Aunque en muchas ocasiones resulte muy complicado, esta etapa educativa debería convertirse en una gran oportunidad para seguir fortaleciendo el vínculo con él, para ofrecerle tu ayuda en todo aquello que necesite, para hacerle sentir que entiendes que para él es muy difícil hacerse mayor.

¿Qué necesita ahora tu hijo de ti ?

1. Que haya crecido tanto no significa que no siga necesitando tu presencia, disponibilidad y apoyo. Tus consejos respetuosos y tu afecto. Hazle sentir a diario que estás a su lado sin peros ni pros, que le aceptas tal y como es y te hace muy feliz ver en la persona que se está convirtiendo.

2.  Ofrécele la seguridad y orientación que necesita en esta etapa tan convulsa repleta de cambios. Acompaña su tristeza, irritabilidad o temores con grandes dosis de cariño y comprensión. Respeta la intimidad que necesita, sus ritmos de aprendizaje y estados anímicos utilizando un lenguaje lleno de afecto y positividad que le haga sentirse valorado.

3.  Aprende a escoger las batallas buscando el lugar y el momento y adecuado para poder hablar con él con tranquilidad cuando no sepa controlarse. Un espacio donde pueda expresarse u opinar con libertad sin sentir que le interrogas o cuestionas sus emociones o necesidades

4.  Propicia una comunicación basada en el respeto donde tu hijo pueda expresar lo que siente o necesita sin sentirse juzgado. Eliminando de vuestras conversaciones las críticas desmesuradas o los juicios de valor que tanto dañan su autoestima.

Tu hijo necesita tener a su lado un adulto sereno y capaz de entender el espacio y la confianza que ahora necesita. Que le ayude a empezar a volar del nido con grandes dosis serenidad, amor incondicional y optimismo. Que le dejes aprender a su manera aunque se equivoque y no siempre tome las mejores decisiones sin reprochárselo.

No pierdas la oportunidad de recordarle a diario lo mucho que le quieres y que pese que haya crecido tanto estarás a su lado siempre.

dilluns, 9 d’octubre del 2023

¿Y SI INTENTAMOS ACOMPAÑAR LA ADOLESCENCIA DE MANERA DISTINTA?

“Déjame en paz, no me trates como si fuese un niño, te pasas el día dándome órdenes y criticando todo lo que hago”. La mayoría de los adolescentes piensan y sienten que sus padres no les entienden, no valoran nada de lo que hacen o no les preocupa aquello que sienten o necesitan. Que únicamente muestran interés por los resultados académicos o por la hora deben van llegar a casa.

Quien tiene un adolescente en casa sabe lo complicado que en ocasiones resulta acompañar esta etapa evolutiva desde la calma y la comprensión. Entender la convulsión de los cambios físicos, psicológicos, cognitivos, sociales y emocionales que se producen. Comprender porque tiene comportamientos tan desafiantes, contestaciones desagradables o cambios de humor constantes.

La adolescencia es una etapa de transformación y reafirmación personal que hace actuar al adolescente de una forma desajustada, impredecible y desmedida Unos años de sana desobediencia, de búsqueda de nuevas relaciones y de libertad para experimentar nuevas vivencias y relaciones.

Los numerosos conflictos que se producen entre padres e hijos durante esta etapa evolutiva debilitan mucho las relaciones. Una convivencia muy compleja que provoca que, en ocasiones, los progenitores muestren su peor versión. Esta les aleja de sus hijos hasta tener la sensación que se han convertido en unos auténticos desconocidos. Unas riñas que llenan los hogares de culpabilidad, preocupación e impotencia.

Aunque educar desde el afecto y el amor incondicional en este período de desarrollo se convierta en un gran desafío para las familias debemos conseguir mirar la adolescencia desde un prisma mucho más optimista y empático. Llegar a ella habiéndonos formado y preparado lo suficiente para poder entenderla y acompañarla adecuadamente.

Si educamos desde el miedo y la desconfianza este hecho nos desconectará de nuestro adolescente y únicamente nos arrastrará a una espiral de confrontación que no beneficiará a nadie. Si tu adolescente siente que no le escuchas lo suficiente o entiendes se sentirá perdido en medio de la incertidumbre en la que vive y no mostrará interés por compartir contigo todo aquello que le preocupa o ilusiona.

En cambio, si se siente escuchado, querido y aceptado y mostrará menor dificultad para modular correctamente sus emociones, para hacer frente a la frustración y aceptar sus errores. Para pedir ayuda cuando la necesite y empezar a hacerse cargo de sus responsabilidades.

Aunque no lo parezca y no te lo verbalice, tu adolescente necesita, más que nunca, tenerte a su lado. Tus muestras de cariño diarias que tanto le reconfortan, tus palabras de aliento cuando todo se tambalea, tu presencia y apoyo cuando se siente perdido.

Tu adolescente necesita que habléis sin discutir cuando tengáis opiniones diferentes, que no te pases el día dándole sermones, recriminándole sus tropiezos o fijándote únicamente en aquellas cosas que hace mal. Que dejes de juzgarle o etiquetarle cuando no toma buenas decisiones o de criticar a sus amigos o el tiempo que pasa ante su móvil.

Una educación basada en los gritos, las amenazas, los chantajes y los castigos únicamente romperá vuestro vínculo y propiciará conductas de riesgo en tu adolescente.

La disciplina positiva te permitirá entender que es el momento de soltar, de establecer unas expectativas acertadas hacia tu hijo, de confiar, sostener y validar. Comprender que hay detrás de una mala conducta, conseguir una conexión saludable y el equilibrio necesario entre la autoridad y la permisividad. Colocar el foco en las soluciones y no en las constantes disputas.

Claves para poder acompañar la adolescencia desde la serenidad y el afecto:

- Tu adolescente necesita sentir que le aceptas tal y como es, con sus virtudes y defectos. Que le amas por lo que es y no por lo que hace o es capaz de conseguir. Que valoras sus esfuerzos y le alientas cuando las cosas no le salen bien ofreciéndole el tiempo que necesita para aprender.

- Mostrando una actitud abierta a escucharle, dialogar y solucionar conflictos desde el respeto, siendo coherente entre lo que le dices y haces. Hablando con él sin prisas, con ganas de entenderos sin interrogaciones, ironías y tonos acusativos y sarcásticos. Con un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad.

-Consensuando con él límites claros que entienda, que le protejan y le den seguridad. Establecerlos ayudará a reducir los conflictos, mejorar la comunicación y generar confianza.

- Estando presente y disponible en su vida, compartiendo momentos o aficiones que os ayuden a continuar fortaleciendo vuestra relación. Ofreciéndole el espacio y la intimidad que ahora necesita para construir su nueva identidad, entendiendo sus silencios.

- Dejándole sentir con libertad y a la intensidad que necesite sin interrumpirle o juzgarle por adelantado. Validando aquello que siente, ayudándole a identificar y gestionar correctamente las emociones intensas que experimenta, a hablar de ellas sin tapujos acompañándole desde un lugar neutro, conectado y empático.

Tu adolescente necesita a su lado adultos pacientes que entiendan lo que le sucede, que atiendan sus necesidades y le escuchen sin cuestionarlo. Que le acompañen con grandes dosis de cariño y respeto en sus alegrías y en los momentos más convulsos donde se siente vulnerable. Que le arropen y achuchen cuando las cosas no vayan bien y le animen a esforzarse y trabajar de forma exigente para poder conseguir todo aquello que desee. Como dice Manuel Montalvo: “Querer es sencillo, lo difícil es hacerlo bien”.